¡Hola, hola!
Esta semana, sin planearlo, hicimos un roadtrip familiar. Fue uno de esos viajes que surgen casi sin pensarlo, con la emoción de empacar rápido, poner música y dejar que el camino marque el ritmo. Fuimos a una ciudad que me encanta, cálida, con mar a solo veinte minutos. Comimos sin prisa, degustamos postres, café, té y vinos deliciosos sin pensar en “compensarlo” después.

Y fue justo ahí, en ese desorden suave, donde empecé a sentirlo: una ligereza interna, una alegría corporal sutil, de esas que no necesitan explicación. Nadando entre olas tibias. Riéndome con los míos. Caminando con el sol sobre los hombros.
Lo curioso fue notar que incluso en las vacaciones, mis hábitos estaban ahí: no como carga, sino como raíces, en ningún momento me sentí obligada a hacer ejercicio, pero una mañana desperté con ganas reales de estirarme, de hacer yoga en la terraza y moverme por el puro gusto de hacerlo… no porque “debía quemar el postre”.
Ahí confirme que el bienestar no se impone: Florece cuando le das el terreno correcto.
Después de pensar en esto me nació escribir este blog, porque muchas veces creemos que sentirnos bien es algo lejano, o difícil, o que solo pasa si “haces todo bien”. De echo el bienestar está sucediendo dentro de ti cada vez que respiras profundo, te ríes, te sumerges, saboreas, bailas o simplemente estás.
También recorde que no tiene que ser perfecto para sentirnos plenos o en paz… Que a veces visitar un nuevo lugar puede ser una experiencia muy buena o mala, pero no lo sabrás hasta que te das el permiso de vivirlo, entonces prueba, conoce y descubre, no te quedes con la duda.
Nos tomamos unas vacaciones sin planear…
Irte sin planear, puede que no te garantice el mejor lugar para dormir. En nuestro caso, elegimos una casa que no fue lo que esperábamos… pasamos toda una noche sin luz, y bueno esa noche dormí bajo las estrellas, con el resplandor de la luna sobre mí, en una hamaca super rica. Y al día siguiente, cuando cambiamos de casa, resultó que esa era la ideal, tenia un olor a fresco, a pino, a hogar. Pero no hubiésemos llegado a ella sin haber vivido antes una aventura bajo las estrellas.
Hay que recordar que no hay que esperar a que todo salga bien, sino en aceptar lo que no puedes controlar y surfear en la incertidumbre con la confianza de que el siguiente paso puede llevarte a la mejor aventura de tu vida.
Después de casi dos años sin viajar por carretera, este viaje me recordó porque comence con el blog de rutas alternas… Siempre encontraremos caminos que nos invitan a reconectar con la vida tal y como es: imperfecta, inesperada, pero llena de momentos que valen la pena. Me recordó que ser resilientes también es saber disfrutar, incluso con los desperfectos. Y que para generar endorfinas, a veces basta con dejarnos sorprender.
El laboratorio del bienestar: ¿cómo se producen las endorfinas en tu cuerpo?
Muy dentro de ti —entre la luz tenue del hipotálamo y las decisiones bioquímicas de tu glándula pituitaria— existe un laboratorio silencioso, este es un espacio sin tubos de ensayo, pero con enzimas que saben exactamente cuándo y cómo liberar alivio. Allí nacen las endorfinas, los compuestos que transforman el esfuerzo en gozo y el dolor en tregua.
Las β-endorfinas, las más activas, se sintetizan a partir de una proteína madre llamada POMC (pro-opiomelanocortina). Esta molécula, cuando se activa en la glándula pituitaria anterior, da origen tanto a la hormona del estrés (ACTH) como a las endorfinas. Es decir, del mismo lugar nace la alarma y el alivio. ¿¡Impresionante no!?
Diagrama bioquímico simplificado:

Una vez liberadas, las endorfinas se unen a receptores μ-opioides en el cerebro y el cuerpo, generando sensaciones de alivio profundo, recuperación emocional, mayor tolerancia al estrés, y a veces incluso euforia suave. Por eso se les llama neuromoduladores del gozo y el alivio.
Tu jardín químico: endorfinas, serotonina, melatonina y cortisol
Tu cuerpo funciona como un jardín neuroquímico: no todo florece a la vez, pero todo se regula con atención, descanso, los aromas agradables y el placer.
- Endorfinas: flores silvestres del bienestar. Brotan tras el movimiento, la risa, el tacto o una experiencia intensa.
- Serotonina: arbusto profundo que estabiliza el estado de ánimo. Depende del triptófano, la luz y tu microbiota.
- Melatonina: flor nocturna. Florece cuando hay oscuridad, calma y descanso emocional. Lee más sobre como tener un sueño reparador en el blog anterior
- Cortisol: la hiedra del estrés. Útil cuando hay peligro, pero necesita límites para no cubrirlo todo.
🪴 Cuando estos químicos están en equilibrio, sientes claridad, placer, energía estable y descanso real.
Cómo se conecta todo: eje HPA, sistema límbico y nervio vago
Tu bienestar emocional y físico está profundamente ligado a tres sistemas:
- El eje HPA regula la respuesta al estrés (cortisol).
- El sistema límbico interpreta tus emociones y memorias.
- El nervio vago activa el sistema parasimpático (recuperación, digestión, calma).
Cuando se liberan endorfinas —ya sea por placer sensorial, movimiento o risa— se equilibra este sistema:
- Disminuye el cortisol.
- Se activa el nervio vago.
- El cuerpo recibe el mensaje: “Estamos a salvo. Podemos descansar. Podemos florecer.”
Y si además te sumerges en agua —como en la playa o la alberca— los receptores térmicos y táctiles se activan, potenciando la liberación de endorfinas y la calma del sistema nervioso. El cuerpo no necesita entenderlo: lo siente.
Rituales sensoriales para florecer: cómo generar endorfinas naturalmente
No necesitas nada extremo para activar tus endorfinas. Solo necesitas recordar lo que te hace sentir viva.
1. Movimiento consciente con gozo
Camina, baila, haz yoga, estírate, Pero hazlo por placer, no por castigo.
- Estimula endorfinas.
- Disminuye cortisol.
- Mejora la perspectiva emocional.
Mi favorito: Caminar descalza por la playa sin meta, solo por el gozo del momento.
2. Contacto sensorial profundo
Usa texturas, aromas y temperatura para reconectar con tu cuerpo.
- Auto-masajes con aceites y aromas cítricos para sentir serenidad.
- Ducha tibia o baño con contraste térmico.
- Sumergirte en el mar, una alberca, o simplemente estar en silencio.
- Hacer que tu hogar huela rico, como a una naranja recien cortada o el aroma de una flor.
💡 Tu piel y tus sentidos son una vía directa a tu sistema nervioso. Aprovéchalos con intención.
3. Micro-goces cotidianos
Las pequeñas cosas placenteras también cuentan:
- Reírte con alguien.
- Escribir lo que agradeces.
- Cantar fuerte en el coche.
- Comer algo rico con plena atención.
💡 Las endorfinas se activan no por perfección, sino por presencia emocional verdadera.
Cocktail de la semana
Agua de piña con chaya
El agua de piña con chaya es una bebida tradicional muy popular en algunas regiones de México, especialmente en el sureste. Además de ser refrescante y sabrosa, ofrece varios beneficios para la salud gracias a las propiedades combinadas de la piña y la chaya.

¿Cómo prepararla?
Ingredientes básicos:
- 1/2 piña fresca (sin cáscara)
- 3 a 5 hojas de chaya (previamente escaldadas unos 3 minutos y enfriadas)
- 1 litro de agua
- Miel o stevia (opcional)
Preparación:
- Licúa todos los ingredientes.
- Cuela si lo prefieres más ligero.
- Tómala fresca, idealmente en ayunas o como bebida durante el día.
Beneficios combinados del agua de piña con chaya
- Mejora la digestión y la salud intestinal.
- Ayuda a eliminar toxinas y líquidos retenidos (efecto detox).
- Aporta energía y micronutrientes esenciales.
- Refuerza el sistema inmunológico.
- Puede apoyar el control de la glucosa en sangre y del colesterol.
Disfrútala fría, en un vaso bonito, con hielos o con fruta deshidratada como fresa, si lo prefieres —porque el placer también está en los detalles
Lo que aprendí de esta escapada…
Es que el bienestar no está en una rutina estricta ni en seguir cada regla al pie de la letra. Está en la forma en la que te permites sentir. En cómo sueltas el control sin perder el cuidado. En cómo escuchas lo que tu cuerpo necesita, no desde la culpa, sino desde la presencia.
Las endorfinas no se fabrican por obligación, sino cuando algo dentro de ti se abre al gozo: una risa, un olor fresco, un estiramiento, un bocado compartido, un chapuzón inesperado. Que tus hábitos pueden acompañarte incluso en vacaciones, no como reglas, sino como raíces suaves que te sostienen.
Y sobre todo, entendí que hay que dejar que tu cuerpo recuerde que tiene formas sabias de volver al equilibrio… si tú le das el permiso.
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